La Virgen de la Caridad recorre a pulso parte de la Alameda Principal durante el Viernes Santo de 1972. Tres años antes, en 1969, fue abandonada por los hombres asalariados ante el peso del hiperbólico trono tallado por Pedro Pérez Hidalgo. Al año siguiente, los jóvenes vinculados al colegio agustino se incorporan a los varales. Los trajes denotan ese comienzo de la lenta recuperación de una Semana Santa que parecía haber tocado fondo. Hasta 'La Saeta' dejó de publicarse en 1968. En lo estético, aún quedaba un abismo por recorrer. Desterrada la mole del trono original, la Virgen aparece sobre una mesa cubierta por las bambalinas del palio actual, bordado por Leopoldo Padilla. También la corona y el manto son los que hoy conocemos. Cuesta trabajo localizar las manos de la Dolorosa ante semejante confusión observada en las mangas. La candelería y las ánforas se reparten más como un altar de cultos que con la lógica de unas andas procesionales. Los varales, de madera, son nuevecitos y parecen colgar chivatos cables bajo la mesa. Un mayordomo, con túnica de damasco, se afana en tocar la modesta campana ante la maniobra de pulso que se efectúa. Al fondo, un pequeño cirial da por presumida la presencia de la cruz parroquial tras el trono. (Archivo Arenas)